CADENCIA
Ni aun cuando el sol merme su presencia en el horizonte hallaréis mi sombra. De ella hice el manto que envuelve mis huesos cuando el querer cesó de transitar la piel.
La perpetua noche se llevó consigo el verdemar de mis ojos, que cesaron de reflectar la mueca de porcelana en la que se convirtió mi sonrisa.
La soledad absoluta que se oculta tras los párpados en los instantes que preceden al soñar abandonó su reino en la vigilia para así habitar también sus días, ralentizando sus pasos.
Barahúnda interior que acalla el sonido de sus propios pensamientos, voces bramando que suenan por debajo de los susurros, caos de decenios y minutos, savia y muerte, semivida, en un ciclo eterno bajo el sonar febril de los tambores.
Trastabilló al percibirlo, irreconocible en su memoria, ensordecedora falta de bullicio, huésped de otras mentes, ajeno. Recuperó el equilibrio, supo llamarlo, exhaló su nombre, silencio. Y ahí estaba, precedido por aquel momento, bello, débil en su propio eco, un latido, un mañana.
Pupilas dilatadas ante el horizonte, masa gris que se expande para acoger en su seno el conocimiento, maravilloso, primario, de que asoma un brote, de que la sangre fluye e inunda el atrio, de que aun respiras, que aún hay algo que pulsa en la intimidad de tu cuerpo, que seguirá allí, candente cadencia, allí, portento, tras el deceso ineludible de tu ayer y tu ahora.
Comentarios
Publicar un comentario
Gracias por tu comentario. Espero que te haya gustado.