DEVANEOS
Cierra los ojos mientras le acarician los labios, y tras los párpados cerrados adivina su mirada, la misma que recorre su rostro y viaja por los recodos de su cuerpo en toda su lánguida desnudez.
La calidez que él despide borra momentáneamente la gelidez de otros parajes, desterrando recuerdos que bloquean la luz y apagan la risa. Los arrullos la acunan, silenciando la música fúnebre de los silencios que pueblan la recámara de su mente.
Presente y pasado se mezclan en los caprichos de la imaginación, invasores, se exploran el uno al otro.
Se concentra en la respiración y los círculos que dibujan sus caderas, convidando al olvido a unirse al festín. Regala una sonrisa, hace eco a sus gemidos, se retuerce. Trepa por su cuerpo, afianzando los talones a sus caderas, imagina que escapa, vuela, clava las uñas en el ahora para no perderse. La danza destierra ausencias y ella deja de estar a la deriva de la añoranza por la que vaga algunas noches, se desdobla, ya no se reconoce.
Se concentra en la respiración y los círculos que dibujan sus caderas, convidando al olvido a unirse al festín. Regala una sonrisa, hace eco a sus gemidos, se retuerce. Trepa por su cuerpo, afianzando los talones a sus caderas, imagina que escapa, vuela, clava las uñas en el ahora para no perderse. La danza destierra ausencias y ella deja de estar a la deriva de la añoranza por la que vaga algunas noches, se desdobla, ya no se reconoce.
Con cada trazado de sus dedos traiciona pactos cincelados en la piel, recuerdos atrapados en espejos, la sombra entre las sábanas, la presencia que se proyecta amenazadora desde su salón. Combate a horcajadas, abrazando la consecuente derrota, insiste en enterrar la mirada, posponiendo los golpes de la realidad, apenas lamiendo el pulso de la vida que acapara sus sentidos.
Arquea la espalda y se deja caer hacia atrás, él la sigue, manos que se unen sobre la almohada, exhalaciones que calan hombro y pelo, alza la cintura para ir a su encuentro, los párpados al fin se despegan, la boca dibujando una o de sorpresa, las miradas se encuentran, la de ella extraviada, la de él atenta.
Caen los dos, el telón se cierra, ella se deja mecer adormecida y escucha los para siempre y planes de futuro sin ofrecer respuesta. Conoce la diferencia entre el disfraz del deseo y la mentira abierta, yace sin rebatir interpretaciones, los ojos de nuevo cerrados. Vuelve a vestirse de tristeza.
Caen los dos, el telón se cierra, ella se deja mecer adormecida y escucha los para siempre y planes de futuro sin ofrecer respuesta. Conoce la diferencia entre el disfraz del deseo y la mentira abierta, yace sin rebatir interpretaciones, los ojos de nuevo cerrados. Vuelve a vestirse de tristeza.
Se asoma al despeñadero de sus elecciones y deja que su ritmo bombee por sus venas. No hay tropiezos ni culpables, tanto odiar sin sentido, tanto ser para estar, tanto amar por amar, todo ello para nada.
Las horas se le escapan. Quisiera creer en la alternativa, huir, unirse en comunión con su aliado el tiempo y reza con diligencia por la inexorable llegada de la caducidad del afecto, por el alto final en el camino, antes de abandonarse de nuevo al recuerdo.
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